Dado al contexto de crisis global sanitaria covid-19, hemos pasado más tiempo en aislamiento en orden de cumplir las cuarentenas estipuladas por el gobierno, generando un descolocamiento en la realidad cotidiana de cada individuo y transformando nuestro sentido de ‘’normalidad’’, en pos de sobrevivir ante tan abruptos cambios.

Esta desestabilización de la realidad como la conocemos, ha dado el paso a que una peste tan contagiosa como el covid-19 ponga su huella en nuestras carnes: la de la depresión. Pues, si la enfermedad del cuerpo que ronda con fuerza en estos tiempos es el covid-19, la depresión es la que representa a la de la mente del/a sujeto/a urbano/a del Siglo XXI.

Como artista, me dispongo a plasmar estas transformaciones tanto físicas como psicológicas a través de la ilustración gráfica de un cuerpo que va mutando en conjunto con su entorno, contexto y deterioro mental. Este cuerpo está siendo víctima de las repercusiones que conlleva una vida acoplada a un constante estrés, ablandado sus carnes producto a la sedentarización y modificando sus formas para adaptarse a la permanente silla donde se come-trabaja-estudia todo en el mismo lugar, así como a la constante pantalla azul, que agotan los ojos y la voluntad del sujeto, ya perdido en los confusos y esporádicos patrones de sueño, comida y trabajo que esta incertidumbre únicamente nos puede ofrecer.